La sorprendí mirando el tiempo, con sus ojos calidos y pacientes, como esperando que el mismo tiempo le diera simplemente las repuestas que ella no conocía. Estaba ahí, sola, triste miraba con tranquilidad el mar, escuchaba las olas reventar con un estruendo aterrador capaz de despertar de un profundo sueño al mismo Morfeo y sin embargo en vez de causarle miedo, la tranquilizaba y así podía pensar.
Las consecuencias la condujeron a ese lugar, húmedo, frío, olvidado por completo de la humanidad, rodeado de un azul inmenso del que no podía escapar, pero estaba ahí porque ella así lo había dispuesto, se encargo de mover las piezas para estar ahí, encerrada, sola, donde las voces ya no existen y donde el clamor de sus victimas cobraban vida una y otra vez en su cabeza.
Mucho tiempo pensó que sería sencillo robarle la vida a alguien y no tener ninguna consecuencia, pero se equivocó, cometió un error al matarlo, dejó en el piso del departamento de su victima un llavero, así de simple, un llavero con su nombre, y fue suficiente, una pequeña pieza de metal en el suelo, junto al cuerpo de la victima, eso bastó para ser descubierta.
Le preguntaron ¿por qué lo mató, y ella no dijo nada, pero en su mente estaba la respuesta, lo hizo por gusto, fue un desliz del bien y el mal en su subconsciente el cual la hizo sentir bien. A su victima, sólo la vio una vez y eso fue suficiente, para querer cumplir un capricho -Asesinar a un tipo que tal vez anhelaba la muerte-.
En el interrogatorio recordó a Nietzche: "Al débil hay que ayudarlo a morir" y ella eso hizo, lo ayudó a morir, clavándole una flecha y dejándolo desangrase, hasta que su alma se desprendió de su cuerpo y el olor penetrante de metal y sangre invadieron el lugar, borrando todo otro aroma, que no fuera putrefacción.
Sin remordimientos lo recordaba todo, los ojos de aquel infeliz, tristes llenos de lagrimas como si le perteneciesen a un niño indefenso, el olor a sangre, la exitación que su crimen le hizo sentir, ella lo recordaba con calma y no podia evitar soltar una sonrisa, -quizá satisfacción-.
Ella miraba desde aquel lugar donde la razón se perdía, el vuelo de las gaviotas y su forma tan sutil de bailar en el azul desierto parecie tan sólo un banal conuelo y en su mente anhelaba ser gaviota y adentrarse en el mar, dejar de vivir el infierno de sus actos, quizá así dejaría de esperar y alguien la ayudaría a morir.
Maya 